La burundanga como hinóptico social

La burundanga, la droga de los violadores, utilizada como hinóptico social.


EL burundanga es un cóctel de antidepresivos y antiespasmódicos que provoca hipnosis química.

La fórmula -con benzodiazepina y escopolamina-, inyectada en un bombón que le hacía comer a sus víctimas, permitió a un individuo saquear y agraviar sexualmente a numerosas mujeres. Estas, al despertar del letargo, se sentían ultrajadas y en la certeza de que durante la ausencia de su voluntad les habían quitado el dinero y la honra.

 A casi cuatro millones y pico, sumergidos en la crisis del desempleo y el subempleo, no hace falta explicarles cómo actúa el burundanga.

 Una fórmula tan hipnótica e inmovilizante como aquella del bombón sometió en la década que termina la voluntad de gran parte de la población humana del planeta.

 A diferencia del cóctel usado por el truhán del caso policial, el efecto burundanga en la sociedad lo causa una compleja trama de variables. Ninguna espiritual, obviamente, ya que todas provienen del orden económico. Y su poder de hipnosis resulta ya tan natural que los damnificados no lo advierten.

 El hipnótico que se difundió en estas latitudes viene tentadoramente oculto bajo una cobertura de bienestar para que, al ingerirlo, endulce la boca y el consumidor no se dé cuenta del amargo peligro que se esconde en su interior.

 Si el anestesiado y dominado por el letargo llegara a sospechar e intentara rechazar la golosina, igual se la darían por la fuerza sin siquiera chocolate. Y ni se les ocurra reaccionar. No se puede rozar ni con la punta de la lengua la delicada hostia sagrada del credo financiero, el supremo designio del mercado.

 Que no se le ocurra a algún anacrónico nostálgico reclamar por otro mundo mejor que el que se le brinda. El que hay es éste y gracias todavía que nos dejan habitarlo.

 Lo que no hay en el shopping no está en ningún otro lado;

lo que no se expone en las góndolas no merece ser considerado.

El que no gana, pierde.

 Apotegma éste que desestima cualquier relación armónica de fuerzas basadas en matices morales o solidarios: ganar es ganarle a un adversario. Al otro.

 El sistema de la competencia entre productos es llevado a las relaciones entre los seres humanos.

Por eso, los viejos -cada vez más jóvenes- son un déficit indeseado que, paradójicamente, ven prolongar su vida a la que el mercado considera inútil.

 

Mundo de una crueldad extrema que fabrica cada vez más seres y cada vez más los abandona o los desecha antes. El FPP( FONDO PÚBLICO de PENSIONES) son las siglas de que nacieron felices y mueren amargas.

Antes o después, nosotros seremos esos viejos.

Mientras muchos bailan sedados, no advierten lo que les espera.

 

Tienen una cara de felicidad y de nadería que da envidia. Los traviesos alumnos de tantos institutos muestran su talento juvenil destrozando el lugar que los padres pagan y donde los adultos les enseñan.

 

Parecen despiertos, pero son zombis a los que les dieron demasiados bombones. El bombón hipnótico fue consumido a granel. Algunos lo ingieren por medio de las formas más sofisticadas, incluso por Internet.

 

Navegan por doquier, mientras Bill Gates, cada día más terrestre, se queda en su casa recaudando a raudales.

La tercera parte de los habitantes del planeta sobra.

 

Forman parte de ese paisaje obsceno de la exclusión y la pobreza que debería hacer llorar de pena a los ridículos que se quieren anotar en la OTAN, cuando todavía no pueden anotarse en la más cercana alianza de la civilización y la vida.

 

Este es el esquema sobre el que el burundanga se propone hacer dichoso al mundo.

Mientras el sopor sea abundante y parejo, y no cunda un despertar más o menos lúcido en individuos, grupos o masas, la situación no cambiará.

 

El paisaje que vemos es ése y nos parece el más natural. Pero estamos nosotros dentro y en la mayor parte de los casos, del lado que pierde.

 

El burundanga hace bien su trabajo. La adormidera, el abandono de la voluntad de los dominados por el cóctel hipnótico, toma sus primeros rehenes en los responsables del poder político y dirigente.

 

Éstos, ya captados y desarmados de cualquier reacción y, sobre todo, recriminados por el inexorable fracaso del pasado, se ofrecen a difundir y perpetuar el efecto hipnosis en sus gobernados.

 

La idea es fantástica: buena parte de la sociedad humana llevada a creer que es libre y autónoma mientras se somete, sin pensar, sin saber, sin entender a qué clase de paraíso la llevan.

 

Donde para entrar hay que hacer tanto sacrificio y en cuyo trámite tantos caen. Cada día que pasa son más los que caen que los que triunfan: esta prueba es numérica y empírica.

 

No hay que consultar ni al INEM.

La población al principio comió más bombones que nadie; por eso mientras se va despertando grita como si estuviera saliendo de un mal sueño. Mientras estaba hipnotizada le robaron sus sueños; lo único que le queda es el remordimiento.

 

Habría que preguntarse: ¿por qué aceptaron aquellas víctimas del truhán comer un bombón de un desconocido? Si les habían enseñado a rechazar cualquier invitación de un extraño.

Ahora, a medida que despiertan, los golosos piden purgarse.

 

Este artículo está sacado de LA NACION de BUENOS AIRES.

Escrito por ORLANDO BARONE y adaptado por Armak De Odelot

Por armak de odelot - Publicado en: ARTICULOS de OPINION
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