El Banco Mundial alerta de la entrada de una "nueva y peligrosa fase" en la zona euro

La economía mundial ha entrado en una "nueva y peligrosa fase", en la que los países de la zona del euro deberán reaccionar rápidamente, ha dicho este sábado el presidente del Banco Mundial, Robert Zoellick, en una entrevista para el semanario australiano "Weekend Australian".
A pesar de la caída de la calificación de la deuda de Estados Unidos, que causó el pánico de los mercados, Zoellick cree que la crisis de la deuda de los países europeos es por el momento la más preocupante.
Con Grecia y Portugal acosadas por la deuda y otros países amenazados, no es sólo la economía de la zona euro la que está amenazada, sino también la propia existencia de la moneda, expresó Zoellick.
¿Cuánto tiempo?
Los inversores, ha subrayado, comienzan a preguntarse durante cuánto tiempo Alemania y Francia van a poder continuar ayudando a los países amenazados sin ponerse ellos mismos en peligro. "Estamos en el comienzo de una nueva tormenta, diferente a la crisis de 2008.
En las últimas dos semanas, hemos pasado de una difícil recuperación a una fase nueva y más peligrosa", ha explicado. "La lección de 2008 es que mientras más esperamos, más severas han de ser las medidas".
Cambios de poder
Más allá de las consecuencias financieras inmediatas, Zoellick estima que esta crisis provocaría cambios en el equilibrio de poderes en el mundo.
Para él, esta crisis significa pasar el poder económico de Occidente a China
Para el presidente de la institución financiera, una devaluación del yuan ayudaría a moderar la inflación, aunque a la vez se volverían más baratos los productos chinos en el extranjero.
Por otra parte, según Zoellick China quiere mejorar la protección social de su población, pero sin acercarse al modelo europeo, ha matizado. "Me dicen... que es demasiado caro".
La caída del imperio americano
EEUU está cada vez más cerca de perder su liderazgo mundial a manos de china y de los emergentes.
"Los americanos siempre harán lo correcto, después de que hayan agotado el resto de alternativas". La frase se atribuye a Winston Churchill.
Aunténtica o no, en Estados Unidos se ha recordado mucho esta cita en los últimos días, al hilo del espectáculo dado por la clase política en el tema del techo de la deuda. La opinión pública lamenta que se haya tensado tanto la cuerda como para romper algo valioso.
En este caso, y al menos nominalmente, se ha resquebrajado la confianza que la endeudada nación se había labrado a lo largo de su historia. Para algunos, lo ocurrido es tan sólo un capítulo más de la caída del imperio americano.
EEUU, la primera economía del mundo, perdió el 5 de agosto la calificación crediticia de triple A, la máxima nota, que Standard & Poor´s le dio en 1941.
Es una decisión que la agencia basa mucho más en la incapacidad de sus políticos para tomar decisiones que en la difícil situación de su deuda. Los analistas políticos llevan años diciendo que el Congreso del país es altamente disfuncional.
El hecho de que los legisladores llegaran a un acuerdo para subir el techo de la deuda del país apenas 10 horas antes de que la Administración tuviera que decidir si pagar a sus prestamistas, a los pensionistas o a los militares en Afganistán, confirmó esa parálisis.
El país llega muy débil políticamente a un momento en el que se va a pedir más profesionalidad a Washington, porque lo peor de la crisis aún no ha pasado.
De hecho, economistas como Jan Hatzius, de Goldman Sachs, piensan que el significado del problema de la deuda "palidece frente a la crisis en Europa y la pérdida de dinamismo económico en el país norteamericano".
Después de registrar un crecimiento anémico del 0,8 por ciento en el primer semestre del año, este analista espera que la media de avance del PIB sea de apenas el 2 por ciento hasta principios de 2012 y del 2,5 por ciento después.
En Goldman creen que ha crecido el riesgo de una segunda recesión en los próximos seis a nueve meses. De hecho, la debilidad económica se mantendrá hasta 2013, según reconoció el presidente de la Fed, Ben Bernanke, la semana pasada.
fuente el economista