El boomerang de las redes sociales y el 15M
Las redes sociales han demostrado una gran capacidad para coagular una indignación difundida en un movimiento real y activo, pero no resulta todavía claro si es posible usar la red para elaborar el discurso político de este movimiento. Y si es demasiada la dependencia de unas corporaciones multinacionales a las que este movimiento denuncia.
SIMONE SANTINI ES PROFESOR DE INFORMÁTICA DE LA UNIVERSIDAD AUTÓNOMA
Por un lado es cierto que sin las redes sociales, sin internet, el movimiento no se habría ni reunido ni expandido, por el otro cabe destacar que su identidad política y su organización se han desarrollado hasta ahora a través de unos instrumentos muy "low-tech" de las asambleas y de las comisiones. La situación cambiará cuando la acampada de la Puerta del Sol se disuelva [escribo el martes 24 de Mayo, cuando la acampada todavía sigue].
En ese momento será necesario que el movimiento encuentre otras maneras de debatir y de elaborar su plataforma. La acampada de Sol ha sido un movimiento espontáneo increible, algo nuevo y entusiasmante (como decía mi eslogan favorito: "Lo conseguimos porque no sabíamos que era imposible"). Pero, de alguna manera, ésta ha sido la parte fácil.
Continuar el desarrollo del movimiento en el día a día sin perder el entusiasmo será lo difícil. Que el problema exista es evidente dado el número de asambleas que se han dedicado a la organización "post-acampada" del movimiento.
Las asambleas, claramente, continuarán (las primeras asambleas de barrio se han convocado en Madrid para el sábado 28 de mayo), pero su menor frecuencia y su menor visibilidad harán necesario un papel mucho más activo de las redes sociales, un uso no simplemente comunicativo sino constructivo.
Un papel todavía inédito y probablmente más importante de lo que ya ha sido en esta semana de presencia ’física’ del movimiento. Para todos los activistas de la red se trata de un desafío que abre nuevas posibilidades de desarrollo.
También hay que destacar que las redes sociales, así como están organizadas hoy, juegan un papel de alguna manera ambiguo frente a los movimientos progresistas. No podemos olvidar que la mayoría de las redes sociales se apoyan en sitios web como Facebook o Tuenti, controlados por grandes empresas.
Se trata de organizaciones que representan la misma lógica neoliberista en contra de la cual protestan los manifestantes del 15 de mayo.
Y los recientes escándalos sobre el abuso de datos de usuarios por parte de Facebook y la fabricación de información para dañar a Google demuestra que no se trata de corporaciones al margen del sistema, sino de empresas que encarnan y usan todo el peso del poder económico propio del neoliberalismo.
Hay por tanto una contradicción de base en el uso de las redes sociales por medio de organizaciones progresistas: estamos combatiendo al capitalismo global usando armas en mano del mismo capitalismo global. El sistema del capitalismo global prima la rentabilidad a corto plazo y, por tanto, no duda en proporcionar servicios a movimientos políticamente anticapitalistas.
Pero sería un error leer esta disponibilidad como una vocación al suicidio. El capitalismo ha demostrado ampliamente que sabe como defenderse, y no es claro lo que podría pasar en el momento en que los movimientos progresistas se hagan bastante fuertes como para amenazar la posición económica de empresas como Facebook.
Para que las redes sociales sigan funcionando como coagulante de los movimientos sociales, es imperativo que se cree una red fuera del alcance de las grandes empresas, posiblemente una red social de tipo peer-to-peer, sin servidores centrales y, por tanto, sin puntos vulnerables.
En los años ’60 la red internet se diseñó como un sistema distribuido sin centro de control para que resistiera a posibles desrtucciones parciales en caso de guerra. Se trata de una característica notable, que hoy podemos aprovechar para resistir a los ataques legales, políticos y económicos que nos esperan. Se trata de una tarea tecnológica, cierto.
Pero en este momento el desarrollo de esto tipo de red es quizás la ayuda más importante que la tecnología puede ofrecer al cambio político.