Franco incautó a 2.000 familias republicanas bienes por valor equiva lente a unos 3.500 millones de euros.

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2.000 familias republicanas fueron expoliadas y la familia Franco enriquecida
Franco incautó a 2.000 familias republicanas bienes por valor equiva lente a unos 3.500 millones de euros. Mientras tanto los descendientes, numerosos, entre consaguíneos y politicos,
Jaime Richart | Para Kaos en la Red | 2-8-2011 a las 15:51 | 467 lecturas | 5 comentarios

del "generalísimo" incauta dor, siguen detentando riqueza a espuertas, incluido el Pazo de Meirás.

  Los gobiernos españoles que desde la infausta Transición se han ido sucediendo han sido tan civilizados como impresentables, tan cínicos como miedosos. Ninguno de ellos ha afrontado la recuperación efectiva de los cadáveres de republicanos asesinados en las cunetas repartidas por la Piel de Toro. Pero en cambio todos han permitido campar por sus respetos a la descendencia del patrón de asesinos en serie una vez terminada la guerra civil, retener los familiares los bienes heredados del tirano, y acrecentar estos su riqueza hasta niveles de vergüenza.

  Es decir, ninguno los gobiernos españoles, unos por ser hijos bastar dos ideológicos del dictador, y otros -los que se suponía llamados a practi car reparaciones materiales y morales- porque prefirieron pasar por "buena gente" o por lo que sea, ha procedido a reparar tampoco a esas 2.000 familias. Con lo fácil que hubiera sido hacerlo justo a cargo de la venta de los bienes de “los Franco". Moralmente y por poco que hubiera sido el resarcimiento, ya que hasta ahora lo han tenido que so portar, se guro es que se hubieran sentido satisfechas.

  En Rumania y otros lugares con dictadores de izquierdas, las transi ciones se han hecho desde el linchamiento previo de la plebe salvaje. Pero cuando han muerto en la cama los dictadores de derechas, co mulgantes, bajo palio y bendecidos por un papa, todo se conjura nue vamente contra el pueblo y a favor de los parientes del cabrón.

  Este país es tan miserable, tan bravucón y tan cínico, unas veces, y tan pusilánime, indiferente o asustadizo otras -precisamente cuando co rrespondían los grandes y valientes gestos-, que me avergüenzo todos los días de que los extranjeros me llamen español.

 

 

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