¿Debe darse voz a los terroristas?

Anders Behring Breivik, el terrorista confeso de Oslo, envió antes de perpetrar la brutal masacre mil e-mails avisando de sus intenciones homicidas.

También confesó que, semanas antes, había dejado numerosos mensajes encriptados y había preparado su identidad en las redes sociales con la intención de suministrar material a los medios para conseguir así notoriedad.

Ahora que se ha hecho público su manifiesto se observa entre las líneas del escrito que los asesinatos eran “la verdadera operación de marketing” para distribuir su ideario extremista.

Todos los medios del mundo se han hecho eco de esta noticia llenando miles de páginas con datos no solo de la magnitud de la desgracia. Así, fueron muy numerosas las referencias a la personalidad del propio asesino y también al factor clave que desencadenó el exterminio, su ideología.

Estas informaciones han abierto el debate entre los periodistas. ¿Dar cabida a estas voces a las que no les importa sacrificar su vida y la de otros les está ayudando a expandir sus ideales extremistas?

Algunos expertos alertan del peligro que podría suponer la difusión de ideas antidemocráticas a la hora de que estas corrientes puedan normalizarse y asentarse en nuestra sociedad, lo que supondría el paso previo a que comiencen a ganar adeptos y a multiplicarse.

No obstante, la mayoría de los entendidos coinciden en señalar que es necesario dar cabida a todos y cada uno de los pensamientos que se forjan entre estas colectividades, apelando a la libertad de expresión.

Afirman que “es evidente que existen ciertos colectivos en la sociedad que mantienen ideologías extremas e incluso terroristas, pero callar sus protestas no va a hacer que desaparezcan”.

Todo lo contrario, cuanto más información se le esconde a la población y menos se le explica es cuando aparece la ignorancia que lleva a la gente a cometer estos actos irracionales, concluyen. Hay que tener en cuenta, además, que la mayor parte de la población que accede a estas ideas no se identifica con ellas, sino que suelen escandalizarse y esto es lo que les lleva a reflexionar.

Por ello, según los expertos, estas informaciones no deben “nunca ser silenciadas”, sino que tienen que ser tratadas en los medios de comunicación de un modo que “ayude a la sociedad a incorporarlas a sus conversaciones y a debatirlas de un modo normalizado”.

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