El gran triunfo de las democracias burguesas es haber creado una gran mayoría silenciosa sin conciencia
El gran triunfo de las democracias burguesas es haber creado una gran mayoría silenciosa que desde el prisma del estómago agradecido y el ande yo caliente quevediano se aplica el viejo axioma de los tres monos sabios: No oir, no ver, no hablar.
Si alguno de sus elementos padece de la incapacidad de hacerse el sordo o el ciego se deja subyugar por el aviso patriarcal de toda la vida: Tú... oir,
ver y callar.
Para los que no pueden, de alguna manera dominar sus emociones aunque en cierta medida sí sus sensaciones y no pueden estarse calladitos, se aplican sobre sí
mismos sin pudor alguno el Decálogo del buen hipócrita.
No oir, ni ver ni opinar de todo aquello que remueva sus conciencias.
No oir, ni ver ni opinar de todo aquello que suponga un cambio radical con el status quo de las cosas.
No oir, ni ver ni opinar sobre todo aquello que no sea consumir.
No oir, ni ver ni opinar más que de todo aquello que produzca un interés monetario.
No oir, ni ver ni opinar de otras culturas a no ser que sea para rebajarlas despectivamente.
No oir, ni ver ni opinar si no es para contemporizar con el orden establecido.
No oir, ni ver ni opinar sino es para escandalizarse o criminalizar lo diferente.
No oir, ni ver ni opinar si no se hace como abanderado de la última moda o en su caso, de las viejas costumbres.
No oir, ni ver ni opinar con el corazón en la mano no sea que le traicione el subconciente.
No oir, ni ver ni opinar sobre valores sino sobre el valor de las cosas y hacer donde fueres aquello que vieres.
Por lo que se puede deducir, de todo esto, que el podrido alma de esta mayoría silenciosa que nos gobierna con la tiranía de sus votos es el adalid de la
intransigencia e intolerancia y funde con su egoísmo una ignorancia programada sobre ciertos temas, para lograr así endurecer su corazón al asalto arbitrario de sus conciencias.
Para esta gente, elegir entre la dualidad bipartidista que ofrecen estos sistemas políticos es una cuestión de colores, algo así como optar entre el Madrid o el
Barcelona. En sus cabezas no les entra que haya otra vida ni posible ni decente más alla del balón onírico de sus miserias.
A ellos va dedicada esta, mi poesía:
A vosotros maestros del tirar la piedra y esconder la mano, hipócritas de carnaval y puritanos de mierda.
A vosotros que cuando ois una trágica noticia poneis ojos horrorizados
y luego paseaís vuestra indiferencia ante la desgracia ajena.
A vostros que ante el abuso de poder os indignaís
y llegado el momento os poneis del lado de más fuerte.
A vosotros que vais saludando con una sonrisa presumiendo de buenos modales
y en cuanto os dan la espalda echais espuma por la boca mientras le vais señalando con el dedo.
A vostros que haceis creer que hablais con el corazón
y concluis con sentencias frías como una piedra.
A aquellos que aparentaís generosidad
y solo se os ve vuestro egoísmmo.
A aquellos que necesitan levantar iglesias para encontraros con Dios
y en la intimidad de sus almas se acuestan con el diablo.
A vosotros que contemporizais con todo y nunca os poneis de parte de nadie
sois como el lobo del cuento enseñando la patita blanca
pero no se la dais ni a vuestros iguales porque se os ve el plumero
y sois como el perro del hortelano que ni vivís ni dejais vivir a nadie.
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