La fábula de España: donde todo sobra y todo falta

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La fábula de España: donde todo sobra y todo falta

Tremenda dicotomía la que vive un país que se creyó rico y ahora roza los cinco millones de parados.

29 Abril 2011

Por Valentín Bustos

Érase un país donde todo funcionaba a la perfección. Tanto, que su economía no paraba de crecer. Tal era su velocidad, que incluso veía por el espejo retrovisor a las economías más ágiles. Quien más y quien menos tenía su vivienda en propiedad. Y había hasta quien se compraba una segunda residencia en la playa. Cada minuto se levanta un nuevo edificio. Y no sólo viviendas, también hospitales, escuelas, centros culturales, pabellones deportivos, por no hablar de puentes, carreteras o vías de ferrocarril de alta velocidad. El estado de felicidad era tal que hasta sus mandamases se fueron a llamar al club de las economías más poderosas para formar parte del mismo. Toc, toc. Pero un hechizo lanzado por la bruja crisis convirtió tan particular oasis en un secarral.

Nadie se libró de sus dañinos conjuros. Las entidades financieras cerraron el grifo del crédito y su salud se vio tan perjudicada que algunas tuvieron que apoyarse en otras para intentar seguir adelante. Los ayuntamientos cayeron en un hoyo económico tan profundo que desde diferentes instituciones se habló de recortar su número. Los nuevos ricos, aquellos que presumían de dinero, se dieron cuenta de que vivían gracias a unos préstamos que ya no llegaban Y el drama del paro atizó a nacionales y foráneos. Tanto, que de ser un país receptor de emigrantes, vio como sus titulados universitarios hacían la maleta como décadas atrás lo hicieron sus padres o abuelos.

Y pasaron los meses, los años… y no aparecía una poción mágica capaz de contrarrestar los tremendos hechizos de la bruja crisis. Se cambió al mago del ministerio encargado de las pócimas. También el sumo sacerdote reunió a los hechiceros de las principales empresas del país. Todo para que la situación volviera a ser como antes, para que el dinero volviera a circular, para que el déficit dejará de ser una pesada losa, para que aumentara la productividad y la competitividad, para que hubiera empleo… 

Al llegar la noche, un día sí y otro también, el sumo sacerdote se sentaba frente a su bola de cristal y le preguntaba: “¿Ya ha acabado la crisis?”. Y ésta le contestaba: “Ten paciencia. El exorcismo ha sido muy grande y tardará en diluirse. Mientras tanto, aprende de los errores pasados y no los vuelvas a cometer. Levanta unas murallas lo suficientemente gruesas para que la crisis no vuelva a traspasar los muros de tu economía. Apuesta por defensas como la I+D+i y por una educación de calidad. Así, si la bruja crisis vuelve a atacar, sus efectos no serán tan perniciosos”. ¿Cuál es la moraleja? Se aceptan proposiciones.

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